~ Pequeño cuento escrito para una asignación del colegio cuando tenia 15 años. Está tal cuál como lo presenté en aquella ocasión ~
Un Día Más
por: Carlos
Alberto Fernández-Rocha
Abrí
los ojos lentamente como si no quisiera hacerlo y poco a poco fijé los ojos en
el techo manchado de humedad. A veces veía figuras de animales, hasta paisajes;
hoy eran sólo manchas. Haciendo
un esfuerzo me volteé hacia la derecha y vi el resto de mi aposento. El
gavetero, los aviones de armar colgados en el techo, la pelota de baloncesto y
el lío de ropa que siempre dejaba atrás.
-¡Otro día más, que haré hoy!
Mientras
me levantaba de la cama, repasaba las posibilidades que tenía para ocupar el
día de hoy. Ya estaba harto de las vacaciones y sin embargo no quería que
terminaran. Estaba harto de jugar baloncesto. En el barrio nadie podía contra
mí. Había maroteado mangos un kilómetro a la redonda por lo menos y hacer todo
lo que un muchacho de mi edad podía imaginarse. Fui
al baño con la seguridad de que iba a ser un largo, caliente y aburrido día de
verano.
- ¡¿Qué quieres de desayuno?! - me preguntó Josefina.
- ¡Lo que tu quieras! - respondí.
Ya
ella estaba haciendo la tortilla acostumbrada de todos los días. Ya ni eso me
interesaba. Después de haberme vestido con los mismos “jeans” del día anterior,
el timbre resonante hizo vibrar la antigua casa. Corrí hacia la puerta y me
llené de alegría al ver que era Cachimbú mi mejor amigo del barrio.
- ¿Quieres dar una
vuelta en mi nueva motocicleta? - me preguntó.
- ¡Claro que sí! -
Salí
de la casa sin ni siquiera avisarle a Josefina. El cielo estaba negro y la
brisa no circulaba. La calle estaba vacía y sola, porque todos habían salido de
vacaciones.
- ¡Waw, que motor! -
Era
un Yamaha DT 125 color vino. Nos
montamos de un salto y enseguida arrancamos. Montamos horas y horas, andamos
toda la ciudad, fuimos a casa de nuestros amigos, etc. Al final se nos ocurrió entrar en el bosque
para variar.
En
aquel preciso instante, una gota de agua empapó mi nariz. Llovía. El suelo
mojado y lleno de lodo hacía cada vez más inestable a la motocicleta.
No
quiero recordar la bendita piedra que se nos atravesó en aquel preciso momento,
la cual nos hizo perder el equilibrio y estrellarnos en una mata de mango.
Justo cuando abrí los ojos me preguntó Cachimbú:
- ¿Estás bien? -
No
respondí. No podía hablar. Alguna fuerza en mi interior me lo impedía.
- ¡¡¿Estás bien?!! - me gritó con más fuerza.
- ¡Sí! - respondí.
Pero
no lo estaba. Mi cuerpo estaba todo adolorido, como si una manada de caballos
hubiera pasado sobre mi. Con
ayuda de mi amigo y una de las ramas del árbol, me pude parar. Al voltearme no
vi más que la chatarra de la motocicleta y el cuerpo inerte de una joven
muchacha. Cachimbú y yo nos
miramos y al mismo tiempo que gritamos, corrimos en dirección contraria al
cadáver. Todavía estaba lloviendo y en la prisa nos caíamos y rodábamos en el
lodo sin importarnos los golpes.
No
se como, pero como por acto de magia estábamos en la jefatura de policías.
Gritábamos lo sucedido pero nadie nos hacía caso. Contamos como por una
eternidad lo que había pasado, pero ni siquiera nos miraban.
Salimos
de la jefatura desalentados y nos despedimos acordando volver al día siguiente a buscar el motor. Cuando
llegué a mi casa, entré sin que nadie se diera cuenta. La puerta estaba abierta
y todo en silencio. Me dirigí a mi habitación y me tiré sobre la cama a pensar.
••••••••••
Abrí
los ojos lentamente como si no quisiera hacerlo y poco a poco fijé los ojos en
el techo manchado de humedad. A veces veía figuras de animales, hasta paisajes;
hoy era sólo el cadáver de aquella joven tendido junto a la motocicleta.
- fin -
22 de abril, 1994.-
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